Evangelio del día 26 de Abril de 2025.

Marcos 16, 9-15
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
Hoy nos fijamos en las frases:
“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”.
En el evangelio de hoy nos encontramos primero con la incredulidad de los discípulos, se lo anuncian los que le habían visto, pero no pueden creerlo, todavía su corazón no era capaz de comprender que había resucitado. Creo que para nosotros tampoco es fácil, es un hecho tan extraordinario que solo podemos comprenderlo desde la fe y, una fe, que tiene, que tendrá que ir lentamente madurando y dejándose llenar de las enseñanzas de Jesús.
Seguramente nuestra dureza de corazón sea parecida a la del corazón de los discípulos. También es posible que a nosotros se nos haya “aparecido” en algunas ocasiones y no le hemos reconocido, habrá caminado junto a nosotros como con los de Emaús y al llegar la noche hemos seguido sin saber quién era.
Podemos preguntarnos ¿pero dónde se nos ha aparecido a nosotros? Pensemos en sus enseñanzas, en su Palabra, en su vida y con quien iba y a quien acompañaba, quienes eran sus preferidos. Seguro que así comprenderemos donde le encontraremos.
Lo segundo que nos encontramos es el envío “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Jesús, una vez confirmada nuestra fe, quiere que anunciemos el Evangelio. La fe no es para uno mismo, pues se quedaría en algo insustancial y quizá egoísta; quiere que vayamos al mundo a proclamar lo que Él ha venido a hacer, a proclamar su Palabra, a anunciar el Reino de Dios.
Señor perdona nuestra incredulidad, nuestra poca fe y ayúdanos a cumplir la misión de llevar a los demás el Evangelio.
Adorado sea el Santísimo Sacramento.
Sea por siempre Bendito y Alabado. FVR.
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