Evangelio del día 16 de Abril de 2025.

Mateo 26, 14-25
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?».
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».
Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?».
Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?».
Él respondió: «Tú lo has dicho».
Hoy nos fijamos en la frase:
“¿Soy yo acaso, Señor?”
Contemplamos hoy la traición de Judas desde el evangelio de Mateo y como los discípulos, lo primero que tenemos que hacer es preguntarnos a nosotros mismos:
¿Soy yo acaso, Señor?
¿Te estoy vendiendo yo?
Muchas veces ni siquiera nos lo planteamos. Vivimos demasiado deprisa, nos dejamos llevar por los acontecimientos diarios, por lo que se lleva en el momento, o por lo que nos dictan desde tantos sitios, que nos impide pensar.
En el mundo globalizado que nos está tocando vivir, hay poco tiempo para pensar, para decidir sobre nuestra vida.
Nos hablan constantemente de libertad y olvidamos que la verdadera libertad nos la da Dios.
Jesús podía haber impedido que Judas le traicionara. También puede impedir que le traicionemos nosotros, pero nos deja libres para obrar. Tenemos que ser nosotros los que poniéndonos en sus manos los que le pidamos: Señor Jesús, Maestro bueno, no permitas que nuestras debilidades, egoísmos, comodidades, perezas, orgullo, placer y el miedo a mostrarnos como verdaderos cristianos, fijen cada día el precio de una nueva traición. No permitas que nos pongamos a nosotros mismos por encima del amor que Tú nos das y del que tenemos que dar a los hermanos.
Adorado sea el Santísimo Sacramento.
Sea por siempre Bendito y Alabado. FVR.
Deja una respuesta